Señor Director:

Muchos países de la OCDE han reformado sus sistemas escolares en las últimas décadas, pero pocos han tenido éxito para elevar sustancialmente su calidad (McKinsey, 2010). Los supuestos o intuiciones que fundamentaron esas reformas parecieron razonables para el ciudadano promedio y para las autoridades que tomaron las decisiones.

Por ejemplo, en 1970 EE.UU. tenía 22,3 alumnos por profesor y se propuso reducir el tamaño de los cursos para mejorar los aprendizajes. Hubo apoyo para contratar más profesores y llegar a 15,4 estudiantes por profesor en 2005, lo que implicó duplicar el gasto por alumno. Sin embargo, pruebas de rendimiento realizadas a escolares de 9, 13 y 17 años no mostraron cambios significativos en el período 1970-2005 (McKinsey, 2007).

En educación no siempre existen relaciones lineales entre ciertos factores y el nivel de aprendizaje. El profesor que solo sabe dar buenas conferencias (enseñanza frontal) no sabe cómo personalizar la enseñanza cuando tiene un curso de menor tamaño. En cambio, “El Mercurio” ha destacado los buenos resultados de los Liceos Bicentenario, que mejoraron gracias al uso de material cuidadosamente preparado y a la capacitación de los profesores en su empleo (con un pequeño incremento en el costo por alumno).

Sería bueno asegurar que en las reformas no se formulen supuestos que parecen razonables pero que no han tenido éxito en otros casos. El que la mejor profesora para enseñar a leer (de una escuela básica) enseñe en el primer grado (una medida que no tiene costo) puede tener hoy, en Chile, un impacto mayor que alguno de los proyectos que cuestan millones de dólares.

Ernesto Schiefelbein
Premio Nacional de Educación 2007

Fuente: Emol