Artículo de opinión del Presidente de la Corporación de Universidades Privadas y Rector de la Universidad Santo Tomás, Jaime Vatter Gutiérrez.

Me parece lamentable que en nuestro país una buena parte de los debates sobre políticas públicas se vea distorsionada por los sesgos ideológicos y los prejuicios atávicos de sus protagonistas. Esta falta de apertura y objetividad lleva a la creación de falsos paradigmas que pueden instalarse peligrosamente en el subconsciente colectivo. A esa conclusión llegué después de escuchar a varios parlamentarios durante el trámite legislativo de la polémica glosa sobre gratuidad universitaria.

Muchas de las argumentaciones que oí estaban basadas en un falso paradigma que es muy común en el ámbito educacional: cuando se habla de las universidades estatales, se piensa en la Universidad de Chile, y cuando se habla de las universidades privadas, se piensa en la desaparecida Universidad del Mar. Ni lo uno ni lo otro es cierto; ambas preconcepciones están muy alejadas de la realidad.

No todas las instituciones estatales pueden exhibir la excelencia de la Universidad de Chile y la mayoría de las universidades privadas está muy lejos de parecerse a la Universidad del Mar que estafó académica y económicamente a miles de jóvenes. La realidad de nuestra educación superior está constituida por universidades estatales y privadas que, en su conjunto, tienen ganado un merecido prestigio a nivel continental. Hay diferencias entre ellas, pero no están dadas por sus estatutos jurídicos, sino por las características de sus proyectos educativos, los niveles de calidad alcanzados y la tradición que las respalda.

El Ranking de Calidad de las Universidades Chilenas, publicado recientemente por el Grupo de Estudios Avanzados Universitas, ubica en los cinco primeros lugares tres universidades privadas y dos estatales, y los últimos cinco lugares, tres universidades estatales y dos privadas. En medio de estos extremos, se encuentra el resto de las instituciones acreditadas con puntajes que reflejan mejorías o deterioros relativos, pero que en conjunto evidencian un incremento de la calidad, en comparación con los rankings de años anteriores.

Otro dato destacable es el mayor número de universidades docentes con proyección en el campo de la investigación. Según Universitas, este grupo lo integran dieciocho universidades, de las cuales diez son privadas y ocho estatales. Aunque la investigación no determina por sí misma la calidad de una institución de educación superior, es importante que crezca el número de universidades que incursionan en este campo, dado que la falta de apoyo a la investigación se está convirtiendo un elemento que limita nuestro desarrollo como país.

Esta es la realidad de la educación superior chilena: un sistema de provisión mixta que progresa año a año, pero que aún tiene un gran desafío respecto al mejoramiento de la calidad. Es de esperar que sea correctamente evaluada y considerada en el debate que tendremos que sostener cuando el Gobierno presente su proyecto de reforma del sistema. No es bueno para el país que empobrezcamos la discusión con falsos paradigmas, como ocurrió durante la discusión de la glosa sobre gratuidad universitaria.

Jaime Vatter Gutiérrez
Presidente Corporación Universidades Privadas
Rector Universidad Santo Tomás