Deudas del CAE

Hugo Lavados CUP
mayo 23, 2017

Existe acuerdo de que los jóvenes con capacidad no debieran tener barreras económicas para incorporarse a la educación superior. Por eso aquellos con dificultades económicas deberían estudiar sin pagar aranceles durante sus años de formación.

Cuando hablamos de los sectores de menores ingresos, muchas veces no pagar aranceles no basta. Se requieren apoyos financieros para mantención, y académicos para salir adelante en su carrera universitaria o técnica, producto del menor capital cultural con que cuentan esos jóvenes.

De esta forma, el sistema de crédito contingente al ingreso parece ser más equitativo y eficiente que la gratuidad. Más equitativo, porque pagan más quienes tienen más ingresos; y más eficiente, porque tenemos costo de oportunidad. Ni los recursos estatales ni los privados son infinitos, y existen muchas necesidades insatisfechas. Un ejemplo son las crecientes demandas producto del envejecimiento.

El CAE debe perfeccionarse; ajustar el arancel de referencia a los costos reales; sacar a los bancos del sistema; que deje de ser deuda que se compute para solicitar otros créditos; tener un mecanismo de cobro centralizado; resolver la aceleración del total; cancelar en cuotas mensuales en el período siguiente al de la determinación del monto anual a pagar; hacer dos o tres tramos de pago, dependiendo del nivel del ingreso, entre otras cosas; pero eliminarlo de raíz no constituye una opción razonable.

Podríamos tener un fondo de solidaridad con estudiantes, que debería ser igual para todos los que ingresan a la Educación Superior, a cualquier tipo de institución acreditada; el pago de esa deuda iría al mismo fondo, para financiar el subsidio que tiene el mecanismo.

Por lo anterior, condonar las deudas del CAE resulta injusto e ineficiente. Injusto con los nuevos estudiantes y con quienes han cumplido con el compromiso, y porque con pequeños ajustes es pagable sin mayores problemas para los deudores; ineficiente porque existen otros problemas en el país con mayor rentabilidad social.

Hugo Lavados Montes

Rector U. San Sebastián

Debates

Señor Director:

Los debates deben ser una oportunidad para exponer ideas y propuestas que nos convoquen y al mismo tiempo, explicar su implementación para convencernos.

Marcos Ceresuela M.

Rico, riquísimo

Señor Director:

Nada mejor que tener la posibilidad de volver a tener un Presidente rico. Riquísimo. Las necesidades según Maslow son escaladas, nadie rico necesita más dinero.

Pero según su pirámide, sí prestigio, por eso es una garantía que hará sus mejores y mayores esfuerzos por Chile.

Ya sabemos además que no podemos creer en quienes demonizan el lucro por que son, ellos mismos, los campeones número uno para obtenerlo.

Josefina Sutil Servoin

Altura de miras

Señor Director:

A mis 66 años no recuerdo que Jorge Alessandri Rodríguez, Eduardo Frei Montalva y Salvador Allende Gossens se hayan denostado personalmente.

Recuerdo que cada uno de ellos se dedico con alturas de miras a divulgar sus ideas y programas de gobierno.

René Haddad Cosio

Culpabilidad

Señor Director:

La culpabilidad es un juicio de reproche, eminentemente personal, que la sociedad formula al autor de una conducta típica y antijurídica, porque en la situación concreta en que se encontraba podía haber evitado su perpetración, y de esta forma haber actuado conforme a derecho. Al principio de culpabilidad se le reconoce como la piedra angular del derecho a castigar. La culpabilidad es el fundamento y medida de toda pena. No hay pena sin culpabilidad (nulla poena sine culpa).

La particular trascendencia del principio de culpabilidad y su falta de consideración en los juicios contra los militares —en los que no se toman en cuenta diversas causales de inculpabilidad y se olvidan las particularísimas circunstancias contextuales— constituyen una injusticia enorme. Resulta absolutamente inaceptable sancionar a una persona sin considerar su culpabilidad como condición y medida del castigo o absolución que se le otorgue.

Y esto es lo que ocurre, lamentablemente, en todos los juicios que han terminado en sentencias condenatorias; especialmente en los casos de jóvenes oficiales, suboficiales y tropa que se vieron obligados a cumplir.

Adolfo Paúl Latorre

Fuente: La Segunda