Por Pilar Romaguera Gracia, Rectora de la Universidad de Las Américas y Secretaria General de la CUP
La reciente publicación de rankings internacionales de universidades pone un foco de atención en el desempeño de las instituciones chilenas en este ámbito.
Se debe partir por reconocer las limitaciones de este tipo de rankings, tema que hemos planteado en columnas previas. Por ejemplo, son sensibles a los indicadores seleccionados, y aquellos que incluyen indicadores cualitativos basados en opinión tienden a favorecer a universidades más tradicionales. A pesar de ello, son muy interesantes, ya que permiten observar con mayor imparcialidad a nuestras instituciones e ilustran temas que, a ojos internos, pasan inadvertidos.
Algunas publicaciones en medios han destacado que, en promedio, las universidades chilenas están mejorando su reconocimiento por parte de la comunidad académica internacional. Por ejemplo, la firma británica Quacquarelli Symonds en su QS World University Rankings 2025, destacó 25 instituciones chilenas, cinco más que en su versión 2022.
Así también, evidencia del mejor posicionamiento internacional que logran la mayor parte de las universidades chilenas se logra en el Ranking QS América Latina de Universidades. Este ranking identifica 437 casas de estudio destacadas a nivel de América Latina, y entre ellas 41 son chilenas. Cabe notar que, en esta medición, los indicadores de opinión (reputacionales) representan el 50% del puntaje final, y el 50% restante considera indicadores cuantitativos.
Por cierto, en América Latina hay tres países que, por su tamaño, concentran la oferta de universidades: México, Brasil y Argentina. Sin embargo, resulta distintivo el caso de Chile, ya que la mayoría de sus universidades destacan en el ranking QS América Latina: el 71% de ellas aparece entre las 437 instituciones del ranking.
Se observa, entonces, una diferencia positiva y significativa en la posición de Chile en el ranking QS América Latina (71%), seguido por Colombia con un 65%, Uruguay con 57%, Brasil con un 46% y luego Argentina, con un 39% de sus universidades en dicho ranking (ver gráfico).
La hipótesis que sugerimos es que el sistema universitario chileno ha avanzado, en promedio, hacia un estándar superior de calidad en la mayor parte de sus universidades. Este avance ha sido acompañado por un sistema de financiamiento mixto, público y privado; por algunos programas de apoyo financiero directo como el Fondo de Desarrollo Institucional (FDI) – antes el MECESUP -, por una parte; y, por la instalación de un sistema de aseguramiento de la calidad a partir de 1999. Este último, mediante la acreditación de las instituciones y de los programas de estudio, y con una creciente rigurosidad en su aplicación en los últimos años, ha permitido un nivel de calidad basal superior del sistema universitario nacional, el cual ha favorecido un posicionamiento significativo a nivel de América Latina.
Los nuevos criterios y estándares publicados por la Comisión Nacional de Acreditación (CNA), y su cumplimiento por todas las instituciones de educación superior, debieran contribuir a seguir mejorando el prestigio de las universidades chilenas, para lo cual se requiere mantener y proyectar un financiamiento adecuado del sistema en el tiempo. Más allá de las limitaciones de nuestro tamaño, debiéramos aspirar a destacar en el concierto internacional por la calidad del conjunto del sistema universitario, y por la contribución de sus instituciones a solucionar los difíciles y urgentes problemas que enfrenta nuestra región. Si bien nos falta mucho para conseguir que el 71% de nuestras universidades sea de clase mundial, un mejor posicionamiento de aquellas existentes en rankings latinoamericanos debiera reflejar, no sólo un mayor prestigio para el país, sino un avance en la innovación, la generación de nuevo conocimiento y el emprendimiento productivo y social. Ello nos permitirá, en adelante, proyectar un mayor optimismo sobre el futuro del país.